A veces vengo en las noches
y me quedo a dormir
en la tumba de mi comandante [Hugo Chávez]
Nicolás Maduro.
Son pocas las veces en las cuales el lector se encuentra con un texto que le revela la clave de la identidad propia y la identidad de un país. Procura el lector no caer en el vacío infinito de la felicidad del descubrimiento y las letras toman cuerpo cierto y se puede ver entonces un atisbo de la eternidad. La comprensión histórica es derrotar la ignorancia.
Enrique Bernardo Núñez, escritor caraqueño, escribe la Galera de Tiberio en 1932. Allí escribe sobre una ciudad llamada Cirene:
“No es aquella Cirene que pidió una Constitución a Platón, el cual no quiso dársela juzgándola demasiado corrompida. …Los cireneses eran felices. Vivían entregados al culto de sí mismos y al de sus héroes que habían dilatado su fama en guerras con los estados vecinos. Hubo, sin embargo, uno entre ellos al cual proclamaron el hombre más grande de la tierra. A divulgar esa gloria dirigieron sus esfuerzos”.
No habrá que entretener mucho más al lector, citando la obra impecable, porque de inmediato cualquier venezolano se encuentra con que su identidad ha sido ya descrita. Quizás hoy en día la analogía menos inmediata sea con la figura de Bolívar, ya que el gobierno actual se empeña en propulsar otro héroe y colocarlo en el imaginario histórico como el hombre más grande de la tierra. No obstante, una porción mucho más extensa de la Galera de Tiberio es citada por el historiador Germán Carrera Damas para luego pasar a desarrollar su tesis extraordinaria de Bolívar como unidad nacional, como factor de gobierno y como factor de superación nacional. El culto al héroe de las guerras de la independencia construye a la república; el héroe eterno posteriormente para muchos, pero también uno de los políticos autoritarios más odiado para otros en su momento histórico sirve de piedra angular para la identidad nueva de un pueblo.
Gabriel García Márquez resaltó la complejidad de la relación que existe entre el mito del héroe y nosotros, los que lo hemos heredado. En su obra El general en su laberinto se puede apreciar la conflictividad entre la alabanza y el reproche. Para un venezolano es una obra difícil de digerir ya que se observa con dolor la degradación y la enfermedad de Bolívar mientras al mismo tiempo García Márquez nos obliga a lidiar con sus defectos políticos y míticos, a tal punto que hace cuestionarnos el concepto de identidad nacional en voz del General:
“La vaina es que dejamos de ser españoles y luego hemos ido de aquí para allá, en países que cambian tanto de nombres y de gobiernos de un día para el otro, que ya no sabemos ni de dónde carajos somos”.
Sin embargo, al final, todo venezolano es un cirenés que se esfuerza en la divulgación de las glorias del héroe y extrae de él su concepto de identidad nacional, porque antes de él nada y solo después de él todo. Lo venezolano existe inexorablemente anclado a la historia individual de un hombre. Allí la fuente de toda crisis de identidad nacional e individual. Bolívar tuvo que habernos liberado de sí mismo.
Al no habernos liberado de sí mismo, Bolívar asentó las bases para nuestra cultura política, la cual está afincada en los cultos a la personalidad de los caudillos con preferencia al poder de hecho frente al poder institucionalizado. La república estaba condenada desde su mismo nacimiento.
“Concluyeron, al fin, por hacer de su héroe un dios a quien rendían el culto más ferviente. Los oscuros tiranos que se sucedieron en Cirene permitían ese culto y lo favorecían. Encontraban así un medio seguro de hacerse perdonar sus latrocinios. Para los cireneses era tolerable la pérdida de sus derechos, de sus bienes, de la vida misma, todo, menos ceder un grano de incienso de sus altares. …La nación no prosperaba, pero las ciudades estaban satisfechas. …La misión de Cirene era permanecer inmóvil, vuelta hacia aquel resplandor que divisaba a su espalda como un astro sin ocaso. Y si en el mundo se oía alguna vez la voz de Cirene era para gritar aquel nombre eterno”.
Venezuela se encuentra hoy en día inmóvil frente al progreso histórico ya que el gobierno autoritario, basado nuevamente en el culto a la personalidad, le niega deslastrarse del culto. Chávez, siguiendo la naturaleza más íntima del venezolano, supo anclar el progreso histórico a su figura, por ende obligando todo proceder político a ajustarse a los lineamientos de su culto: Para los cireneses era tolerable la pérdida de sus derechos, de sus bienes, de la vida misma, todo, menos ceder un grano de incienso de sus altares.
La diferencia está en que el culto de Chávez nunca fue construido a partir de una liberación del individuo e independencia de la nación, sino siempre con el objetivo de la sumisión y la dependencia del individuo al Estado. Por eso hoy en día, si se escucha la voz de Cirene, es para gritar en súplica aquel nombre eterno; la esclavitud de la identidad nacional a la figura del héroe. Solo la comprensión histórica liberará a Venezuela del culto y la ignorancia, dándonos una oportunidad cierta hacía la realización de un identidad nacional independiente y separada de un único líder.
@andresvolpe
No hay comentarios.:
Publicar un comentario